Cambiando desde dentro

¡Saludos!

Parece haber dos motores a disposición de los humanos para generar cambio.

Uno es externo. Son los cambios que las circunstancias externas nos alientan o incluso nos imponen. El otro es interno . Son los cambios que elegimos voluntariamente para mejorarnos a nosotros mismos.

Los psicólogos nos dicen que, aunque ambos pueden ser agentes de cambio eficaces, es mucho más probable que el segundo perdure. Mucho después de que el hábito se haya repetido y arraigado en nuestras vidas, los cambios internos autoseleccionados tienen muchas más probabilidades de perdurar que aquellos que nos vemos obligados a aceptar.

Es como si estuviéramos esperando dejar de lado esos hábitos externos todo el tiempo… tan pronto como nadie nos viera 🙂 .

Este principio del cambio duradero es universal... se puede aplicar a casi todos los malos hábitos de nuestra vida, desde hacer dieta hasta decir malas palabras o conducir de forma agresiva. La ventaja del éxito reside en la decisión personal y sincera de cambiar la conducta.

Tu médico te dice (o amenaza), “Tienes que caminar todos los días” y el cambio probablemente llegará… pero probablemente será temporal… y lo que es más… menos satisfactorio.

Todos tenemos hábitos y conductas que, en el fondo de nuestro corazón, sabemos que no ayudan o son peores. ¿Cómo podemos lograr esos cambios reales y duraderos que, en lo más profundo de nosotros mismos, anhelamos y que sabemos que son la mejor opción?
Una práctica recomendada (porque requiere práctica) para lograr este objetivo es imaginarse a uno mismo realizando esta conducta, por ejemplo, caminar a diario, y embellecerla mentalmente. Añada colores brillantes, imagine que camina por un hermoso sendero con su compañero favorito, añada sonidos y olores si su imaginación puede evocarlos. La imagen mental, repetida, puede ser un fuerte refuerzo hacia la acción deseada.

La ciencia demuestra que nuestro cerebro no puede distinguir entre las acciones reales y las imaginadas en las emociones que crea. Si lo dudas, cierra los ojos e imagina por unos momentos que estás donando un cheque grande a tu organización benéfica favorita... Te sientes bien, ¿no? Eso es nuestro cerebro reforzando nuestros deseos más profundos... aunque sean solo imaginarios.

Nuestro cerebro libera “sustancias químicas de la felicidad” para reforzar esas acciones. La motivación interna también conduce a conductas más duraderas, conductas satisfactorias del tipo “lo hice yo mismo” que probablemente perduren… y que nos brindan el beneficio adicional de enseñarnos a todos que el cambio aún es posible con las herramientas adecuadas.

Un modesto desafío para nuestros lectores:
Elige un buen hábito que hasta ahora no hayas podido lograr. Uno fácil está bien. Prueba el juego de imaginación todos los días durante una semana, justo antes de la actividad. Observa hasta dónde puedes llegar hacia el éxito.

Presentaré otro truco en el próximo blog.

¡Buena suerte!
Suyo en salud,
NeuraVite
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